martes, 28 de septiembre de 2010

NATURALEZA MÍSTICA

Para los celtas, la esencia de todos los elementos, de las auténticas fuerzas naturales, estaba en el bosque, sobre todo en los calveros o sotos del bosque a los que los celtas llamaban "nemeton" que significa "santuario". Eran lugares abiertos al cielo, calveros en el bosque en donde crecía determinado tipo de hierba o un roble solitario. De hecho, la fuerza del druida nacía de su comunicación directa con el bosque. Él era realmente "el hombre del roble", teniendo al roble por el más solido y fuerte de los árboles junto a los otros siete más sagrados en el soto irlandés: el aliso, el avellano, el sauce, el manzano, el abedul, el tejo y el acebo.
En la mitología asturiana destacan particularmente dos, el texu (tejo) y el carbayu (roble):
El tejo (texu) es, por excelencia, el árbol sagrado de la mitología asturiana, pues representa el vínculo del pueblo asturiano con la tierra, con la religión antigua, con los antepasados. Además, es un árbol de gran sentido religioso, encontrándosele al lado de muchas ermitas y cementerios asturianos. Pero es también el árbol de la oscuridad, de la penumbra, de la muerte. Con veneno de tejo se suicidaban los guerreros astures antes de ser derrotados y caer en la esclavitud. Así, en la batalla del Monte Medulio los astures se dieron muerte con la espada, el fuego, y el veneno de tejo. El tejo simboliza por tanto el paso al Otro Mundo y por ello hoy goza este árbol de gran importancia en las celebraciones del Día de Difuntos, donde se lleva a los difuntos una rama para que les guíe en su retorno al País de las Sombras. El vínculo entre el tejo y el mundo de los muertos es reconocido no sólo en Asturias, sino en otras tierras célticas del occidente europeo, como Bretaña o Irlanda donde era costumbre plantar tejos en los cementerios en lugar de cipreses, y se creía que las raíces de dichos árboles alcanzaban la boca de los muertos enterrados en sus tumbas. También entre los antiguos galos se constata la veneración de esta especie vegetal y así en el nordeste de la Galia se asentaba un pueblo, el de los eburones, cuyo nombre significa precisamente «los adoradores del tejo». Por otra parte, en las leyendas de Irlanda se narra la historia de Fer Í, «el Hombre del Tejo», que ataviado con un harpa de cuerdas plateadas tenía la costumbre de sentarse en la rama de un tejo y tocar dulces melodías: Cierto día cuando los héroes Éogan y Lugaid atravesaban el río Maigue, en Connaught, oyeron una tierna música que procedía de un tejo junto a una cascada. En principio pensaron que la música era originada por la cascada, pero cuando se acercaron al lugar, cuál sería su sorpresa que descubrieron a Fer Í tocando su harpa desde lo alto del árbol. En el ciclo de Fionn mac Cumhail, líder de los Fianna, una banda de mercenarios irlandeses, se narra la estancia de dicho héroe en el Valle de los Tejos (Gleann Eo), lugar cargado de reminiscencias sobrenaturales en el que tuvo un encuentro con tres gigantes que resultaron ser tres fantasmas.



Texu
Pero si el tejo es en Asturias el símbolo de la espiritualidad, el roble (carbayu) lo es de la realeza, y así en las iglesias de Santa Eulalia y la Capilla de la Santa Cruz, donde estuvieron enterrados Pelayo y Favila respectivamente, nos encontramos con hojas de roble grabadas en piedra. Este árbol junto con el tejo, eran verdaderos jueces de paz, guardianes de la justicia y la veracidad (en lugar de jurar sobre la Biblia se hacía bajo el roble sagrado). No debemos olvidarnos tampoco del famoso carbayón, símbolo de la ciudad de Oviedo, frente al cual ocurrían sucesos extraños, como el de una misteriosa mujer vestida de negro que venía del campo, se agarraba al árbol y tras convulsionarse caía al suelo y desaparecía. Asimismo, en un pasaje de la obra de Plinio Historia natural (XVI, XCV) se dice que «nada más hay más sagrado para los druidas que el muérdago y el el árbol sobre el que crece, el roble» y seguidamente describe el ritual de la recogida del muérdago, cuyas ramas eran cortadas con ayuda de hoces de oro por sacerdotes ataviados de vestidos blancos. Por su parte, Estrabón en su Geografía (XII, 5, 1) nos relata que los jefes de los gálatas se reunían anualmente en un lugar de Asia Menor denominado drunemeton, el santuario de los robles, para discutir sobre política.



Carbayu
El folclore arbóreo aparece con profusión en las tradiciones galesas, en las que tiene una importancia capital el Cad Goddeu ('Batalla de los Árboles', en galés), poema compuesto por el bardo Taliesin a mediados del siglo VI en la que se narra una batalla mítica entre el rey Amaethon y Arawn, el rey de Annwn, el inframundo. En un momento del combate, el mago Gwydion logra a partir de los árboles de un bosque crear un ejército numeroso con ayuda del cual las tropas de Arawn fueron vencidas.
El tema del bosque animado aparece también en la obra Macbeth, de William Shakespeare, que utilizó para escribir su pieza teatral un mito procedente del folclore escocés, e incluso en las obras de Tito Livioen las que se relata la suerte del cónsul Postumio, que habiéndose internado en la Galia Cisalpina, fue derrotado y muerto en una emboscada por un grupo de galos que arrojaron troncos de árboles a las tropas romanas: Según la interpretación de Jan de Vries y Jean Markale dicha narración carece de rigor histórico y es una mera transposición de ciertos mitos galos. En realidad, el bosque animado es un tema pancéltico del que existen versiones en las tradiciones de Bretaña y cómo no, en las de Asturias, pues Constantino Cabal recoge en su obra Mitología asturiana: los dioses de la vida, un cuentencillo en el que se relata el pavor de un hombre que habiéndose internado en el bosque ve de repente derrumbarse sobre sí y sobre su camino una multitud de árboles. Pasados los primeros momentos de angustia se da cuenta que todo lo sucedido no es más que una alucinación provocada por el Diañu Burllón.